Debo sincerarme con ustedes, los lectores. No sería correcto de mi parte comenzar una columna de opinión aprovechándome del “diario del lunes”, con todas las cartas en la mano.
Sería desleal, hasta facilista. Luego de transcurrida la 2º fecha del torneo Clausura de la Liga Cultural Deportiva, parecía que dos equipos que en apariencia poco podían dar, como La Gloria y Unión Deportiva de Bonifacio, eran la revelación.
Se rebelaban contra los poderosos. Y eso siempre es simpático (perdón a la gente de Garré, estar escribiendo esto justamente en su blog): La Gloria le ganaba a Jorge Newbery, mientras que Unión de Bonifacio hacía lo propio con el subcampeón del Apertura, Social y Deportivo Garré.
Prometí y no cumplí la semana pasada cuando pensé en escribir una columna sobre “las sorpresas”. Decidí esperar una nueva fecha, la 3º, y ver qué ocurría.
Y la imagen de La Gloria y Unión de Bonifacio como equipos recuperados para el bien del torneo se confirmó. Un hincha de fútbol cualquiera, como uno, se preguntaría. ¿Ganaron?
No lo hicieron, es la respuesta. La Gloria le complicó la vida a Deportivo Argentino hasta el final, perdiendo en tiempo de descuento por 2 a 1; Unión de Bonifacio tenía el partido ganado con Atlético Argentino, pero no se animó, le faltó cancha. Y el “tocinero”, sólo con actitud, se lo empató.
No ganaron en resultados, pero ganaron en presencia. En respeto de parte de los rivales. En autoestima. En dignidad, esa que se forja en las duras derrotas, en los golpes.
El fútbol, creo, es un reflejo de la sociedad. La pregunta sería, ¿qué fútbol queremos?, ¿el nacional, con tres grandes y el resto de relleno?, ¿o uno en donde haya paridad, en donde cualquiera le gane a cualquiera?
Y ahí viene la cuestión central. ¿Qué sociedad queremos?, ¿una igualitaria o una con ricos muy ricos y pobres muy pobres? ¿Cuál es nuestro modelo de país?
Particularmente, en ambos casos, me quedo con esa idea progresista y popular de la movilidad social ascendente, esa que da la educación y el trabajo digno en la vida; esa que da la fuerza de voluntad, la garra y el respeto por las capacidades propias dentro de la cancha.
No quiero un fútbol con clubes ricos muy ricos, y otros pobres muy pobres, que sean meros actores de reparto. Quiero muchos clubes “clase media”, con chances de ganar. Con esperanzas, con sueños e ilusiones.
De última, el fútbol es un juego, ¿no? ¿Cómo no soñar mientras se juega, cómo no imaginar mundos posibles, en donde la igualdad no sea una utopía?
Cristian Morán, para www.csdgarre.blogspot.com
martes, 2 de septiembre de 2008
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